Al final del día atravieso en coche la ciudad de Charleston y mientras cruzo el puente que me lleva a casa, noto que unas palabras me brotan de dentro, no puedo detenerlas ni se porqué las digo, pero al llegar a lo alto del puente, esas palabras llegan a mi en un susurro, las digo como una oración, como un lamento, como una alabanza, digo Lowenstein, Lowenstein.
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