De corazones sé más bien poco, tal vez por que el mío desapareció hace tiempo. De mudanzas sin embargo propondría un máster al controvertido Plan Bolonia, ya que a golpes de viento sur me sigo desplazando por los mapas, siendo justamente en uno de ellos dónde conocí a Jaime, el autor de este blog y de Corazón de mudanza.
Amigo de Totó y lector de sus delirios, he compartido parte de su proceso creativo, he sido testigo tímido del crecimiento de su segundo hijo, y aunque siempre dio más bien pocos detalles, en su cabeza siempre pareció estar tejiéndose el entramado de la novela que en esta ocasión nos regala.
En ella nos habla de su Málaga, una Málaga tan pequeña como el pañuelo en el que puede llegar a convertirse cualquier ciudad por grande que sea. Pero nos encontramos con tantas Málagas como estados de ánimo de cada uno de los protagonistas, resultando imposible quedarse con tan solo una de ellas. Varias ciudades en una única como si se tratase de un Cubo de Rubik en constante evolución, y en el que todas las soluciones son posibles. Podría tratarse de cualquier ciudad, sin embargo a aquellos que hemos estado alguna vez en la capital de la Costa del Sol, Jaime nos ofrece una serie de guiños reconocibles que nos sumerge en la Málaga con la que nos identificamos, ya sea la más burguesa, represora y tradicional o la más cosmopolita, cultural y alternativa.
En ella nos habla de vidas cruzadas, de caminos de vida laberínticos, en los que los personajes a fuerza de buscarse a sí mismos y de creerse perdidos, coinciden unos con otros para en ocasiones encontrar juntos la salida, y en otras separarse de nuevo y conseguirlo en solitario. Nos habla de una partida de ajedrez de movimientos caóticos en la que todos los jugadores pierden para poder ser ganadores. De peones comidos que nunca pretendieron declarar su amor a la reina ni jaque al rey, de alfiles hambrientos que limitan sus vidas al destino que les marca un pobre tablero, de caballos que saltan dibujando libres figuras.
La tristeza marca una pauta, sin embargo es tan solo el pistoletazo de salida de una carrera dolorosa aunque constructiva y necesaria, porqué el Ave Fénix se esconde en cada uno de los personajes esperando a que algún otro encienda la mecha y poder renacer de sus propias cenizas.
Nos presenta un relato a ratos optimista, en ocasiones desgarrador y en el que un perverso toque de humor negro salpimienta unas vidas en principio ajenas, con las que iniciamos un viaje incierto que nos acaba llevando a través de parajes ya visitados por la universalidad que representa el tormento que todos hemos sufrido en algún momento. Y lo hace de una manera terriblemente visual, como no podía ser de otra forma al conocer su pasión por el séptimo arte. En cada una de las páginas, como secuencias de un largometraje coral de historias infinitas, Jaime nos sienta en una confortable sala de cine salpicándonos con imágenes enfocadas a través de las palabras. Y es que la fluidez de sus diálogos, tan realistas como cinematográficos y su fácil lectura, nos hacen devorar la novela de principio a fin, sin desear la pausa intermedia que deshaga el mágico enganche que nos provoca cada uno de sus personajes a medida que las páginas de la mano derecha van menguando.
Amigo, escritor, cineasta y alma en búsqueda constante, Jaime se retrata en Corazón de mudanza a través de cada uno de sus personajes, las situaciones que viven, sus miedos, esperanzas, aspiraciones e incertidumbres. Nos ofrece un trozo de Corazón, un deseo de mudanza, un grito de libertad que se va labrando camino a medida que avanzan las historias de Mario, las desventuras de Víctor o los avatares de Cristina. Corazón de mudanza es una novela ágil, sencilla, sin pretensiones y sincera, un soplo de espontaneidad, un conjunto de confidencias, un tobogán de emociones que no entiende de leyes de gravedad.
Si bien es cierto que reconozco no ser imparcial por sentirme especialmente cercano tanto al universo de la novela como al autor, no habrá otra forma de poder contradecirme que leyéndola. Así que invito a todo aquel al que haya inspirado una mínima simpatía con el escrito que está a punto de acabar, a que la encargue en su librería más cercana, se haga con ella y la lea. Después hablamos, de Málaga y sus gentes, de mudanzas y corazones.
Amigo de Totó y lector de sus delirios, he compartido parte de su proceso creativo, he sido testigo tímido del crecimiento de su segundo hijo, y aunque siempre dio más bien pocos detalles, en su cabeza siempre pareció estar tejiéndose el entramado de la novela que en esta ocasión nos regala.
En ella nos habla de su Málaga, una Málaga tan pequeña como el pañuelo en el que puede llegar a convertirse cualquier ciudad por grande que sea. Pero nos encontramos con tantas Málagas como estados de ánimo de cada uno de los protagonistas, resultando imposible quedarse con tan solo una de ellas. Varias ciudades en una única como si se tratase de un Cubo de Rubik en constante evolución, y en el que todas las soluciones son posibles. Podría tratarse de cualquier ciudad, sin embargo a aquellos que hemos estado alguna vez en la capital de la Costa del Sol, Jaime nos ofrece una serie de guiños reconocibles que nos sumerge en la Málaga con la que nos identificamos, ya sea la más burguesa, represora y tradicional o la más cosmopolita, cultural y alternativa.
En ella nos habla de vidas cruzadas, de caminos de vida laberínticos, en los que los personajes a fuerza de buscarse a sí mismos y de creerse perdidos, coinciden unos con otros para en ocasiones encontrar juntos la salida, y en otras separarse de nuevo y conseguirlo en solitario. Nos habla de una partida de ajedrez de movimientos caóticos en la que todos los jugadores pierden para poder ser ganadores. De peones comidos que nunca pretendieron declarar su amor a la reina ni jaque al rey, de alfiles hambrientos que limitan sus vidas al destino que les marca un pobre tablero, de caballos que saltan dibujando libres figuras.
La tristeza marca una pauta, sin embargo es tan solo el pistoletazo de salida de una carrera dolorosa aunque constructiva y necesaria, porqué el Ave Fénix se esconde en cada uno de los personajes esperando a que algún otro encienda la mecha y poder renacer de sus propias cenizas.
Nos presenta un relato a ratos optimista, en ocasiones desgarrador y en el que un perverso toque de humor negro salpimienta unas vidas en principio ajenas, con las que iniciamos un viaje incierto que nos acaba llevando a través de parajes ya visitados por la universalidad que representa el tormento que todos hemos sufrido en algún momento. Y lo hace de una manera terriblemente visual, como no podía ser de otra forma al conocer su pasión por el séptimo arte. En cada una de las páginas, como secuencias de un largometraje coral de historias infinitas, Jaime nos sienta en una confortable sala de cine salpicándonos con imágenes enfocadas a través de las palabras. Y es que la fluidez de sus diálogos, tan realistas como cinematográficos y su fácil lectura, nos hacen devorar la novela de principio a fin, sin desear la pausa intermedia que deshaga el mágico enganche que nos provoca cada uno de sus personajes a medida que las páginas de la mano derecha van menguando.
Amigo, escritor, cineasta y alma en búsqueda constante, Jaime se retrata en Corazón de mudanza a través de cada uno de sus personajes, las situaciones que viven, sus miedos, esperanzas, aspiraciones e incertidumbres. Nos ofrece un trozo de Corazón, un deseo de mudanza, un grito de libertad que se va labrando camino a medida que avanzan las historias de Mario, las desventuras de Víctor o los avatares de Cristina. Corazón de mudanza es una novela ágil, sencilla, sin pretensiones y sincera, un soplo de espontaneidad, un conjunto de confidencias, un tobogán de emociones que no entiende de leyes de gravedad.
Si bien es cierto que reconozco no ser imparcial por sentirme especialmente cercano tanto al universo de la novela como al autor, no habrá otra forma de poder contradecirme que leyéndola. Así que invito a todo aquel al que haya inspirado una mínima simpatía con el escrito que está a punto de acabar, a que la encargue en su librería más cercana, se haga con ella y la lea. Después hablamos, de Málaga y sus gentes, de mudanzas y corazones.
Omar Kabello
Bueno bueno bueno, qué hermosura de comentario. Una buena invitación a la lectura sin caer en el elogio mecánico ni el apasionamiento impostado, está hecho con cariño y una interesante combinación de implicación y objetividad. Estarás orgulloso, a mí me ha emocionado y no soy el autor, jeje. Bueno, evidentemente todo lo que tenga que ver contigo me llega profundamente, es lo que tiene conocerte :-)
ResponderEliminarUn besote fuerte para tí y otro entusiasmado para Omar.
¡Qué bonitas palabras las tuyas, Teo! ¡Qué bien escribes. Sería fantastica una colaboración tuya en mi blog. Un auténtico honor.
ResponderEliminarMuchos besos.
Me sonrojan tus palabras, Teo... Gracias por la parte que me toca.
ResponderEliminarHa sido un placer colaborar en tu blog, Jaime, ya lo sabes...
Besos de súper-ventas, abrazos de mil tertulias.