Esta mañana he visto en el 27 Festival de Málaga, La abadesa de Antonio Chavarrias, la propuesta más arriesgada hasta ahora. Se trata de una coprodución hispano-belga sobre Emma, una joven noble de 17 años que es nombrada abadesa con el fin de repoblar y cristianizar territorios fronterizos en conflicto con los moriscos. El punto de partida es interesante, pero lo es más su desarrollo. La abadesa descubre que muchas de las monjas cenan en sus dormitorios privados y decide imponer que la cena sea en el refectorio común para todas ellas, en lugar de hacerlo en sus dormitorios con vino y con el griñón quitado. Muy sugerente la secuencia en la que Emma recorre los distintos aposentos de sus compañeras, descubriendo la razones que les hacen ausentarse del comedor.
Una experiencia sensorial, basada en hechos reales, en la que viajas a la Edad Media y llegas a sentir cómo era la vida en una abadía en el siglo IX. La magnífica música de Iván Georgiev, que incluye algo de canto gregoriano, ayuda en este viaje inmersivo cuya excelente fotografía de Julián Elizalde está filmada sorprendentemente con luz natural. Luz natural y velas. Eso es todo. Nada artificial. Al igual que las nevadas que se ven son nevadas auténticas. normalmente en los rodajes cuando hay una tormenta aprovechan para rodar los interiores. En este caso fue todo lo contrario. Cuando había una tormenta salían y rodaban exteriores. El realismo de La abadesa es total.
La actrices vivieron unas duras condiciones de rodaje en el pirineo oscense, en un entorno hostil, lúgubre e inhóspito y con temperaturas bajo cero, logrando sobradamente que aquella forma de hablar, distinta a la de nuestros días, no suene artificiosa, sino con gran credibilidad. Una de las dificultades que supera la cinta bajo mi humilde opinión.
Al director le atrajo la personalidad de Emma de Barcelona, mujer que existió en la realidad y que decidió enfrentarse a las mujeres que la rodeaban, mujeres que estaban en un lugar no deseado e impuesto por sus familias respectivas. En un cine actual, con una mirada cada vez más feminista, destaca enormemente ésta, que sucede en una época apenas transitada en la filmografía española, salvo las historias protagonizadas por Teresa de Jesús y otras, razón por la que fue difícil poder documentarse, según comentó su director.
Rodaron en un castillo sin puertas ni ventanas donde sufrieron las inclemencias de un frío y viento invernal. La protagonista, la actriz catalana Daniela Brown está soberbia, se va creciendo según avanza la historia, componiendo un personaje con claroscuros, una mujer que lucha contra sus deseos y que se inflige castigos corporales, usando una corona de espinas. Creo que su trabajo merecería ser reconocido con una Biznaga. Daniela comentó en la rueda de prensa que se inspiró en el personaje de Ida (2013) para dotar a Emma de esa inocencia y frescura que nos regala. Dijo sentirse transfigurada al vestir el hábito y el griñón, un vestuario que le ayudó en la composición del personaje y a situarse en una época distinta, con una forma completamente distinta de hablar.
Entre el reparto me han gustado especialmente Blanca Romero en el papel de una monja con un punto hedonista y libertino que te rompe un poco los esquemas, y el diácono interpretado por Ernest Villegas, y Carlos Cuevas, en el papel de conde y hermano de Emma.
4 estrellas de 5.
La veré. Gracias por tu crítica repleta de datos importantes.
ResponderEliminarMuchas gracias!!
ResponderEliminarGracias por tu crítica, dan ganas de verla.
ResponderEliminarMuy apetecible, gracias por tu visión.
ResponderEliminarQue buena crítica. Gracias!
ResponderEliminarFantástica crítica. Muchas ganas de verla, Totó 😉
ResponderEliminarEste escrito, corrobora lo que siempre he pensado y comentado con la gente de mi entorno respecto a tí, Jaime. Eres una persona súper culta de la que he aprendido mucho. El extenso comentario sobre "La Abadesa", seguro que me ayudará a comprenderla, si tengo ocasión de verla.
ResponderEliminarMuchisimas gracias Rosa por tus generosas palabras. Sólo sé que no sé nada. Me queda tanto por aprender. Una alegria leerte.
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